La paciencia es la fuerza más poderosa, y el paciente, el más fuerte de todos
La humildad y el esfuerzo equilibrado dan fuerzas a la oración.
Antiguamente había muchas personas que, a pesar de carecer de estudios, demostraban una verdadera y “santa” ignorancia (simplicidad). Uno decía: “¡San Jorge, ayúdame inmediatamente! Eres joven, vigoroso y, además, vienes a caballo... ¡Apresúrate!”. Otro decía: “Hay que hacer las postraciones llegando hasta el suelo, porque no sé en donde leí que si las haces incompletas, después de morir y ser enterrado, tus piernas quedan sin descomponerse”.
Cuando eran joven y no tenía tantos pecados como ahora, Dios solía consolarme. Una vez, en las vísperas de la fiesta patronal de la ermita de San Tikón, en Kapsala, yo era el más joven de los monjes trabajando en todos los preparativos necesarios para aquella celebración. En un momento dado, ayudando en la cocina a aliñar carne de pulpo, lleno de cansancio, no pude evitar exclamar, “¿realmente es necesario todo esto?”. Más tarde, al irme a dormir, tuve un sueño terrible: toda la comida que había preparado aquel día estaba llena de gusanos. Me desperté inmediatamente, asustado, y me dí cuenta de mi falta.
La paciencia es la fuerza más poderosa, y el paciente, el más fuerte de todos. La humildad y el esfuerzo equilibrado dan fuerzas a la oración. Oremos, pues, los unos por los otros, llenos de amor, y el Señor atenderá nuestras peticiones.
(Traducido de: Stareţul Dionisie – Duhovnicul de la Sfântul Munte Athos, Editura Prodromos, 2009, pp. 288-289)