La práctica cotidiana de la contrición que nos ayuda a salvarnos
Cada día tiene que empezar de nuevo y, después de cada caída, tiene que levantarse y retomar la lucha contra el pecado. Cada día, hasta el final de su vida.
Para fortalecer el sentimiento redentor de la contrición, el creyente tiene que pronunciar, al menos una vez al día, el Salmo 50. Asimismo, es recomendable que repita varias veces la “Oración de Jesús”. De noche, al quedarse solo, el cristiano tiene que evaluar cómo fue su día, y, después de enumerar sus pecados, anotarlos en un cuaderno —para no olvidarlos cuando vaya a confesarse— y arrepentirse por haberlos cometido.
Del mismo modo, cuando tenga la primera oportunidad de hacerlo, tiene que ir a buscar a su padre espiritual y limpiar su alma con el don del Sacramento de la Contrición. Cada día tiene que empezar de nuevo y, después de cada caída, tiene que levantarse y retomar la lucha contra el pecado. Cada día, hasta el final de su vida.
(Traducido de: Arhimandritul Serafim Alexiev, Viața duhovnicească a creștinului ortodox, traducere din limba bulgară de Valentin-Petre Lică, Editura Predania, București, 2010, p. 40)