La resplandeciente vestimenta del alma
Alcanzar la oración significa alcanzar la eternidad. Cuando el cuerpo está por morir, el clamor “¡Jesucristo!” se convierte en la vestimenta del alma.
Cuando la contemplación de la Luz No-creada es vinculada a la invocación del Nombre de Cristo, el significado de este Nombre como “Reino de Dios que viene con poder” (Marcos 9, 1) se vuelve completamente claro y el espíritu del hombre escucha la voz del Padre: “Este es Mi Hijo muy amado” (Marcos 9, 7). Cristo nos mostró en Sí Mismo al Padre: “Quien me ha visto a Mí, ha visto al Padre” (Juan 14, 9). Ahora conocemos al Padre en la misma medida en que hemos conocido al Hijo. “Yo y el Padre somos uno” (Juan 10, 30). También el Padre da testimonio de Su Hijo. Por eso es que oramos: “¡Hijo de Dios, sálvanos a nosotros y a Tu mundo!”.
Alcanzar la oración significa alcanzar la eternidad. Cuando nuestro cuerpo esté por morir, el clamor “¡Jesucristo!” se convertirá en la vestimenta de nuestra alma. Cuando nuestro cerebro deje de funcionar correctamente y nos cueste recordar otras oraciones, a la luz del conocimiento divino que procede de este Nombre, nuestro espíritu podrá alzarse a la vida perpetua.
(Traducido de: Arhimandritul Sofronie, Rugăciunea – experienţa vieţii veşnice, Editura Deisis, Sibiu, 2001, p. 142)