La sutil severidad del cristiano
La justicia jamás se irrita ni se encoleriza, y a nadie corrige con inquina.
Así es como debes comportarte siempre, siendo benevolente con todos, respetando a todos. No exasperes a nadie ni empieces discusiones, ni siquiera en temas relacionados con la fe o con los pecados de cada quien. Evita a toda costa reprender a los demás. Porque tenemos un solo Juez, Quien es imparcial, y está en los Cielos.
Y si quieres que tu semejante vuelva a la verdad, entristécete por él y háblale con lágrimas de amor, pero sin enfadarte, porque podría entender que eres su adversario. La justicia jamás se irrita ni se encoleriza, y a nadie corrige con inquina. La señal del amor y el conocimiento es la humildad, misma que nace de una buena conciencia, en Cristo nuestro Señor, a Quien corresponden toda la gloria y todo el poder, junto con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
(Traducido de: Sfântul Isaac Sirul, Cuvinte despre nevoință, Editura Bunavestire, Bacău, 1997, p. 54)