Palabras de espiritualidad

La templanza como virtud del cristiano

  • Foto: Oana Nechifor

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El conocimiento de Dios no habita en un cuerpo que ama los placeres. Así, quien ame a su cuerpo, no podrá obtener la Gracia de Dios.

Tal como las nubes tapan la luz del mundo, del mismo modo los vapores del vientre ahuyentan del alma la sabiduría de Dios. Como la llama de fuego en madera seca, así es el cuerpo, cuando el vientre está henchido. Y del mismo modo en que un leño arrojado junto a otro encendido aviva la llama, así también la variedad de alimentos azuza el ímpetu del cuerpo. El conocimiento de Dios no habita en un cuerpo que ama los placeres. Así, quien ame a su cuerpo, no podrá obtener la Gracia de Dios.

Tal como entre dolores nace el vástago que viene a alegrar a aquella que lo parió, así también de las privaciones del paladar nace el fruto del conocimiento de los misterios de Dios. De los perezosos y libidinosos lo que nace es el fruto del oprobio. Tal como un padre cuida de su hijo, así también Cristo cuida del cuerpo que se ofrenda por Él (con la templanza), acudiendo siempre en su auxilio. Vemos así que la sabiduría, como ganancia del sacrificio, es un bien que no tiene precio.

(Traducido de: Sfântul Isaac Sirul, Cuvinte despre nevoință, Editura Bunavestire, Bacău, 1997, p. 252)