Palabras de espiritualidad

La tristeza que da frutos

  • Foto: Stefan Cojocariu

    Foto: Stefan Cojocariu

El momento propicio para entristecernos no es cuando sufrimos por causa de los males que nos atacan, sino cuando nosotros hacemos el mal.

Dice San Juan Crisóstomo: “Dios puso la tristeza en nuestro ser, no para que la usáramos de forma inadecuada y sin sentido ante cualquier circunstancia adversa en nuestra vida, mucho menos para debilitarnos, sino para hacernos acreedores de un gran cúmulo de beneficios. ¿Cómo? Cuando la utilizamos en el momento correcto. El momento propicio para entristecernos no es cuando sufrimos por causa de los males que nos atacan, sino cuando nosotros hacemos el mal. Sin embargo, nosotros cambiamos ese orden, porque no nos entristece que sigamos cometiendo un sinfín de maldades.  Al contrario, cuando sufrimos un ínfimo perjuicio, inmediatamente nos echamos a llorar, nos perturbamos, nos acongojamos y llegamos al punto de querer librarnos de esta vida”.

Como podemos extraer de este texto tan representativo, la doctrina ortodoxa nos enseña que debemos entristecernos, con toda contrición, por las maldades cometidas cada día, y no por causa de los problemas que enfrentamos cotidianamente. Mucho tiempo atrás, el Santo Apóstol Pablo manifestó esta forma de “locura” para la mentalidad del mundo: “Me alegro en mis sufrimientos” (Colosenses 1, 24).

(Traducido de: Arhimandritul Spiridonos Logothetis, Deprimarea și tămăduirea ei în învățătura Bisericii, traducere din limba greacă de Preotul Șerban Tica, Editura Sophia, București, 2001, p. 41)