La victoria del hombre humilde
El que lleva su cruz permanece en su humildad… ¡pero sale victorioso! Porque no vence el que más habla, sino aquel que nunca pierde los ideales por los que vive.
La humildad es mi desintegración total, psíquica y física. Dice el Santo Apóstol Pablo: “Yo no existo más, sino Cristo vive en mí", Él, que fue el prototipo de la humildad y la mansedumbre. Los más humildes, los últimos, los que el mundo considera insignificantes —los perseguidos, los injustamente tratados, los que son vistos como parias— muchas veces se elevan por encima de lo que el mundo llama “sabiduría”, esa “sabiduría” absurda que sólo se mide con el dinero acumulado, creyendo que todo les pertenece. Pero no es así. Al final, todos esos necios terminan aplastados bajo sus propias montañas de dinero. En cambio, el que lleva su cruz permanece en su humildad… ¡pero sale victorioso! Porque no vence el que más habla, sino aquel que nunca pierde los ideales por los que vive.
(Traducido de: Adrian Alui Gheorghe, Cu părintele Iustin Pârvu despre moarte, jertfă și iubire, Editura Conta, Piatra Neamț, 2006, p. 188)