La virtud que nos ayuda a mantener el equilibrio en nuestra vida espiritual
No se entristezcan, amados hijos, por los insultos que reciban; no se avergüencen cuando los deshonren ni se escandalicen por la ira de los demás.
No se entristezcan, amados hijos, por los insultos que reciban; no se avergüencen cuando los deshonren ni se escandalicen por la ira de los demás. Que el orgullo no los venza, sino que dirijan la mirada abajo, pero elevando sus almas a lo alto. ¡Sean mansos, pacientes y compasivos con todos los demás!
Si alguien te dice una mala palabra, ¿por qué te perturbas, hijo mío? Nuestro Señor Jesucristo oyó que le dijeron: “Tienes un demonio”, y calló. También le insultaron: “Con la ayuda del maligno echa a los demonios”, y no se enfadó. Pero, nosotros, quienes sí somos dignos de toda deshonra, nos encendemos como fieras salvajes. ¿Por qué no guardamos la dulzura de la humildad? ¿Por qué no aprendemos a practicar el oficio de la obediencia?
(Traducido de: Sfântul Teodor Studitul, Cuvântări duhovnicești, Editura Episcopia Alba Iulia, Alba Iulia, 1994, p. 84)