Las dificultades inherentes al matrimonio
No hay forma mejor para realizar la comunión, la entrega y la aceptación del otro, que en el seno del matrimonio.
Cada matrimonio, inevitablemente, debe hacer frente a incontables dificultades... Podría decirse que no hay matrimonio libre de penas y conflictos. Cada parte de la pareja debe entender que no está sola, sino que a su lado vive otro ser humano, una existencia diferente; por eso, entre los cónyuges deben haber comprensión, buena disposición y armonía con Dios. Para eso fue que se casaron. ¿Cómo armonizar la vida conyugal, de tal suerte que nos lleve a Dios? No es un asunto sencillo. De esto nos pueden dar un testimonio fiel todos los casados. Personalmente, creo que el matrimonio es una cosa compleja, como medio para llegar a Dios, porque en él convive todo lo que rodea al hombre y que puede llegar a alejarlo de Dios. Pero, fuera del matrimonio, no existe otro medio más efectivo para que la persona salga de su propia caparazón. No hay forma mejor para realizar la comunión, la entrega y la aceptación del otro, que en el seno del matrimonio.
El matrimonio, por sí mismo, con los hijos, forma al individuo, lo apacigua, lo saca de la corteza de su propio egoísmo. Si, no obstante, el matrimonio se limita sólo a la entrega del uno al otro, al simple factor humano, la persona se cierra y se vuelve individualista, egoísta. Y no soy nada si me encierro en mí mismo. Muero. Si, gracias al Sacramento del Matrimonio, los esposos entran en comunión con Dios, están renunciando a su propio “yo”, comenzando a existir en realidad, salvándose, renaciendo.
(Traducido de: Arhimandrit Simeon Kraiopoulos, Adolescență, Feciorie, Căsătorie, Editura Bizantină, București, 2010, pp. 214-215)