Cuando le preguntaron al archimandrita Serafín Popescu cuáles son las virtudes que deben ataviar la vida del sacerdote, este respondió.

—Durante toda su vida, el sacerdote debe dejarse guiar por las siguientes virtudes: una sólida fe en Dios, el amor al prójimo, la buena voluntad, la humildad y el fervor interior por Cristo. Además, debe saberse en presencia de Cristo en todo momento y en cada situación, y hacer con los fieles que le busquen lo que Cristo haría en su lugar. En verdad, Cristo carga con el peso de nuestras adversidades. Él se hace uno con nosotros. Lo mismo tiene que hacer el sacerdote. Cristo se hace uno con el alma que se presenta ante Él. La entiende, la consuela, la levanta, la anima y se hace todo para todos. 

(Traducido de: Arhimandritul Ioanichie Bălan, Patericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, Neamț, 2005, p. 714)