Palabras de espiritualidad

Las premisas de la auténtica experiencia de la Gracia de Dios

    • Foto: Stefan Cojocariu

      Foto: Stefan Cojocariu

La mayoría de experiencias espirituales las otorga Dios cuando oramos, y por eso todos aquellos que oran con devoción y paciencia reciben los dones del Espíritu Santo y la capacidad de sentir la Gracia.

Vamos a analizar las premisas que nos certifican si las distintas experiencias (espirituales) que vivimos son auténticas o falsas:

La primera premisa es ser hombres de contrición. Si no nos arrepentimos de nuestros pecados y no nos purificamos de nuestras pasiones, no podremos ver a Dios, como dice nuestro Señor: “Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios”. Mientras más se purifica el hombre de sus pecados, mientras más se arrepiente y más vuelve a Dios, más lo siente a Él. El hecho de buscar con ahínco experiencias aparentemente espirituales, utilizando técnicas y métodos similares a los de distintas herejías (especialmente de tipo hinduista o yoga) es un gran error. Esas experiencias no provienen de Dios, sino que son provocadas por ciertos métodos psicológicos. Los Santos Padres dicen: “Das sangre y recibes Espíritu”. Es decir que si no nos esforzamos en el arrepentimiento, la oración, el ayuno y la ascesis, no podemos recibir la Gracia del Espíritu Santo. Las verdaderas experiencias se otorgan a aquellos que son humildes y que no buscan experiencias espirituales “sensibles”, sino que le piden a Dios arrepentimiento y salvación, a aquellos que son humildes y repiten: “Dios mío, no soy digno de ninguna experiencia, no soy digno de recibir ningún carisma espiritual, no soy digno de recibir la visita de Tu Espíritu, ni de los consuelos celestiales y divinos, ni de los gozos espirituales”. Por el contrario, esos que, llenos de orgullo, le piden a Dios que les otorgue ciertas experiencias, no sólo no podrán vivir ninguna experiencia verdadera y auténtica, sino que se arriesgan a que venga el astuto y los engañoe con “experiencias” corrompidas y diabólicas, debido a ese mismo orgullo. Así pues, la segunda premisa es la humildad.

Y la tercera premisa para tener verdaderas experiencias espirituales, es permanecer en el cuerpo de la Iglesia y no afuera de ella, porque el demonio podría perdernos. Si una oveja se aparta del rebaño, viene el lobo y la atrapa. Sólo en el rebaño estamos a buen resguardo. El seno de la Iglesia es el refugio del cristiano. Si se aleja, está expuesto a sus propias desviaciones, a las de otros y a las de los demonios. Tenemos muchísimos ejemplos de personas que, desobedeciendo a la Iglesia y a sus propios padres espirituales, terminaron cayendo en terribles desvíos. Creyendo ver a Dios o que “sintiendo” que Él venía a visitarles, caían, en realidad, en las garras del demonio. Desde luego, la oración pura y fervorosa es de mucha ayuda. La verdad es que la mayoría de experiencias espirituales las otorga Dios cuando oramos, y por eso todos aquellos que oran con devoción y paciencia reciben los dones del Espíritu Santo y la capacidad de sentir la Gracia. Como sabemos, en el Monte Athos se practica una oración que bien puede recitar todo cristiano: “Señor Jesucristo, ten piedad de mí, que soy pecador”. Esta oración, también llamada “del corazón”, “de la mente” o “incesante”, trae al corazón del hombre el poder de sentir la Gracia Divina, cuando se somete con humildad, paciencia y devoción.

(Traducido de: Arhimandritul Gheorghios, Stareţul Sf. Mânăstiri Grigoriu - Athos, Scrieri Athonite pe teme contemporane,Traducere: ieromonahul Agapie - Arad, 2003, pp. 7-8)