¿Le dedicamos el mismo tiempo al alma que al cuerpo?
Los bienes terrenales, comparados con el tesoro más caro, que es el alma, no merecen la atención que les dedicamos.
Por lo general, las preocupaciones terrenales ocupan todo el tiempo del hombre, de tal suerte que ya no le queda un instante para el cuidado del alma. Por eso, no se nos debe olvidar que tales preocupaciones deben ser proporcionales a las cosas que las demandan. Recordemos las palabras del Señor: “No acumuléis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Acumulad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mateo 6, 19-21).
Los bienes terrenales, comparados con el tesoro más caro, que es el alma, no merecen la atención que les dedicamos. Claro está que no podemos librarnos de los cuidados del cuerpo, pero los del alma deben ser los primeros. Así, cuando practiquemos el ayuno, en un tiempo dedicado a la salvación del alma, no debemos dispersarnos con la atención a las preocupaciones del mundo.
(Traducido de: Protos. Petroniu Tănase, Ușile pocăinței, Editura Trinitas, p. 37-38)