Palabras de espiritualidad

Lo que en verdad tendría que entristecernos

  • Foto: Stefan Cojocariu

    Foto: Stefan Cojocariu

Translation and adaptation:

Aunque cometemos incontables maldades, no solo no nos entristecemos, sino que ni siquiera nos arrepentimos de ello.

Dios puso la tristeza en nosotros, sí. Pero no para que nosotros mismos nos hiciéramos daño en los momentos y situaciones de adversidad, afectando nuestra salud física y espiritual, sino para que por medio suyo obtuviéramos un mayor provecho espiritual. Por eso, no tenemos que entristecernos cuando sufrimos algo malo, sino cuando cometemos algo malo. No obstante, tendemos a hacer justo lo contrario. Así, aunque cometemos incontables maldades, no solo no nos entristecemos, sino que ni siquiera nos arrepentimos de ello. ¡Ah, pero si sufrimos aun el más insignificante de los males, caemos en la congoja más profunda y se nos olvida que las tristezas son la señal del cuidado que Dios nos prodiga!

¿Pero por qué hablo solamente de las tristezas de esta vida? ¿Es que la amenaza del castigo eterno no es también una señal del amor de Dios para con los hombres, mucho más que la promesa de la felicidad eterna? Porque, si no existiera la amenaza de los tormentos eternos, pocos serían los que obtendrían la salvación. Para nosotros, que somos ociosos, no basta con la promesa de las bondades celestiales. Necesitamos temer, cierto es, para movernos hacia la virtud.

(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Problemele vieții, traducere de Cristian Spătărelu și Daniela Filioreanu, Editura Egumenița, p. 251)