Acerquémonos a Cristo y abrámosle nuestro corazón —del mismo modo en que abrimos las cortinas para que la luz del sol entre en toda su plenitud—, para que Él venga a nosotros y lo podamos amar verdaderamente. Cuando Cristo viene a llenar toda la casa de nuestro corazón, todos los problemas, todas las desviaciones, todas las intranquilidades desaparecen. También el pecado, a su vez, desaparece.

Porque la razón y el propósito de la existencia del hombre es hacerse semejante a Cristo. Y esto sucederá cuando asuma que Cristo es el modelo absoluto, cuando aprenda a vivir y a comportarse en concordancia con Sus palabras y Sus mandamientos.

(Traducido de: IPS Andrei Andreicuț, Mai putem trăi frumos? Pledoarie pentru o viață morală curată, Editura Renașterea, Cluj-Napoca, 2012, p. 51)