Los efectos de la oración auténtica en nuestro interior
El Señor dijo: “Cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará" (Mateo 6, 6).
El Señor dijo: “Cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará" (Mateo 6, 6). La oración auténtica obra en nuestras profundidades más recónditas, esas que hemos aprendido a esconder de los demás. Si me he atrevido a hablar de cosas tan sacras para cada uno de nosotros, es porque me siento obligado por la atmósfera de tensión que hay en el mundo y, especialmente, por mi propia conciencia, porque juntos le pertenecemos a Cristo. Compartimos, así, lo que se nos concedió conocer por un don proveniente de lo Alto.
Cristo nos dio la palabra que recibió del Padre (Juan 17, 14). Nos habló de Sí Mismo como de una piedra, y “el que caiga sobre esta piedra se estrellará, y sobre el que ella caiga será triturado” (Mateo 21, 44). ¿Cómo así? ¿Qué pasará con nosotros? ¿Caeremos sobre esa piedra maravillosa, o ella caerá sobre nosotros? No lo sabemos. Pero, sea como sea, hemos venido a un mundo conformado por realidades de cuya existencia antes no teníamos ninguna idea.
(Traducido de: Arhimandritul Sofronie, Rugăciunea – experiența vieții veșnice, Editura Deisis, Sibiu, 2001, p. 65)