Los íconos y su importancia en la formación religiosa del niño
Los niños suelen entender, más a menudo de lo que podríamos creer, profundos misterios teológicos, siempre por medio de los íconos, comparando, por ejemplo, el ícono de la Crucifixión con el de la Resurrección.
Los íconos son un buen medio para que los niños conozcan y amen a Cristo y a los santos. Ya desde una temprana edad, el niño puede tener sobre su cama o en la pared de su habitación el ícono de nuestro Señor Jesucristo, o el de la Madre del Señor, o de cualquier otro santo. Los íconos despiertan en el niño preguntas que, algunas veces, son respondidas también por medio de los mismos íconos.
Los íconos tendrían que hablarnos, a todos, de una forma directa, visual. Los adultos tienden a explicar por medio de la razón incluso su experiencia visual, en tanto que los niños suelen entender, más a menudo de lo que podríamos creer, profundos misterios teológicos, siempre por medio de los íconos, comparando, por ejemplo, el ícono de la Crucifixión con el de la Resurrección. El niño no siempre podrá explicar dichos misterios con las palabras más adecuadas, pero sus expresiones y sus gestos dan a entender que ese significado ha llegado a su corazón y su mente.
Un ícono puede ser un punto de partida ideal durante la clase de religión; sin embargo, es importante guardarle el respeto que se merece como objeto sagrado, incluso cuando lo primordial sea enfatizar su aspecto pedagógico.
(Traducido de: Maica Magdalena, Sfaturi pentru o educație ortodoxă a copiilor de azi, Editura Deisis, Sibiu, 2006, pp. 69-70)