Los hijos son el más valioso tesoro de los esposos, un don de Dios que se encuentra permanentemente bajo el cuidado del ángel bueno. Ciertamente, las fuerzas angélicas son enviadas por Dios para proteger el tesoro “viviente” de los padres, sus hijos, de diferentes adversidades físicas y espirituales.

Pero también los padres tienen la obligación de cuidar, vigilar y proteger a sus hijos, defendiéndolos de aquellos malhechores que quisieran robarles el alma, y ayudándolos a acercarse a nuestro Señor Jesucristo y a permanecer fieles a Él de por vida, para poder salvarse.

Los padres deben interesarse en procurar la salvación de las almas de sus hijos. Tal es su responsabilidad. San Juan Crisóstomo, guiado por el santo temor, aconseja a los padres: “Tus hijos no te fueron dados por azar, por eso es que los padres son responsables de su salvación”.

 (Traducido de: Atanasie I. Skarmoghiani, Mamele creștine ale Sfinților Trei Ierarhi, traducere de Pr. Victor Manolache, Editura Egumenița, Galați, 2012, pp. 34-35)