Así como el aire es indispensable par la vida humana, así también la oración, unida a la vigilia y la meditación sobre las divinas enseñanzas, es absolutamente necesaria para la existencia espiritual, en la cual el alma crece, vive, se eleva y se asienta en las alturas de la santidad y de las virtudes cristianas. La oración es necesaria para la salvación y para obtener la felicidad en esta vida y la eterna. De esta manera, los cristianos deben aprender a orar ya desde su infancia.

Aquí entra el deber de los padres y los padrinos. ¡Ay de los padres y padrinos que se preocupen sólo por el desarrollo físico del niño, descuidando su vida espiritual! Para vivir también con el alma, debemos pedirle a Dios perseverantemente, en Espíritu y en verdad, meditando constantemente en Sus enseñanzas, día y noche.

(Traducido de: Protosinghel Nicodim Măndiță, Învățături despre rugăciune, Editura Agapis, București, 2008, p. 28)