Los rasgos de nuestra generosidad
El bien hecho con reservas y sin alegría, carece del don de Dios y no tiene provecho.
Bienaventurados los misericordiosos, dice la Escritura, porque hallarán misericordia. La misericordia no ocupa el último lugar entre las Bienaventuranzas. Y: “Bienaventurado el que se acuerda de los pobres y los necesitados”.
“Bueno es el hombre que es misericordioso y da prestado”, y: “El justo es misericordioso todo el día y da prestado”. Busquemos la felicidad, hagámonos juiciosos y generosos. Que ni siquiera la llegada de la noche interrumpa nuestra piedad. No digas al pobre: “Vuelve mañana y te daré”, no sea que entre tú y tu intención surja algo que te impida realizarla. El amor al prójimo no admite dilaciones.
Parte tu pan para el hambriento e invita a tu casa al que no tiene hogar, pero hazlo con toda la fuerza de tu alma. Porque, al apiadarte de tu semejante, dice la Biblia, debes hacerlo con buena voluntad, y doble será tu retribución, por el celo y la premura que pones en ayudar al otro. Al contrario, el bien hecho con reservas y sin alegría, carece del don de Dios y no tiene provecho, porque el bien debe obrarse con una buena disposición, y no con lágrimas en los ojos.
(Traducido de: Sfântul Grigorie Teologul, Despre iubirea de săraci, traducere și adaptare de Preot Dr. Gheorghe Tilea, Editura Arhiepiscopiei Sucevei și Rădăuților, Suceava, 2006, p. 39)