Mejor encender la mente y el alma, que taparse los oídos
Si alguien se encuentra, por un tiempo, en un lugar donde hay ruido, naturalmente deberá aprender a cultivar buenos pensamientos.
Tomando en cuenta que, hoy en día, las personas utilizan, incluso para las tareas más simples, artefactos que producen ruido, si alguien se encuentra, por un tiempo, en un lugar donde hay ruido, naturalmente deberá aprender a cultivar buenos pensamientos. No se puede decir simplemente: “¡No uses esto!” o “¡No uses aquello porque hace ruido!”. Lo que se necesita es traer de inmediato un pensamiento bueno. Por ejemplo, escuchas el pulverizador y crees que pasa un helicóptero. Piensa entonces: “En este mismo momento podría haber alguna hermana enferma en el monasterio y habríamos tenido que llamar un helicóptero para llevarla al hospital. ¡Qué angustia habríamos sentido todas! ¡Gloria a Dios que estamos bien!”. Necesitas tener una mente despierta, inteligencia, recurrir al arte de atraer el pensamiento bueno. Oyes, digamos, el ruido de la mezcladora de cemento, de la grúa, o de otras máquinas. Puedes decir: “Gloria a Ti, oh Dios, que no hay bombardeos, que no se derrumban casas. Las personas viven en paz y construyen sus hogares”.
Padre, ¿y qué sucede cuando los nervios están dañados?
—¿Nervios dañados? ¿Qué significa eso? ¿No será, acaso, que el pensamiento está dañado? El mejor remedio para todo es el buen pensamiento. Un laico construyó su casa en un lugar tranquilo. Más tarde, de un lado pusieron un taller, del otro abrieron un camino, y un poco más lejos levantaron un club de cosas mundanas. Música hasta la medianoche. El pobre hombre no podía dormir. Se ponía tapones en los oídos, y luego empezó a tomar pastillas. Llegó al borde de la locura. Vino a buscarme.
“Padre, esto y aquello”, me dice. “Ya no tenemos paz. ¿Qué podemos hacer? Estoy pensando en construir otra casa”. Le respondí: “¡Alimenta tus buenos pensamientos! Imagina que si estuviéramos en medio de una guerra, en ese taller estarían fabricando tanques, y junto a tu casa habría un hospital, con ambulancias trayendo heridos. Y que te dijeran: ‘Quédate aquí, te aseguramos la vida. No te molestaremos. Podrás salir solo dentro del perímetro de estos edificios, para que no te alcance una bala’. O te dijeran: ‘Quédate tranquilo en tu casa, nadie te molestará’. ¿Acaso no lo considerarías una bendición? Entonces ahora di: ‘¡Gloria a Ti, Dios mío, que no hay guerra, que la gente está bien, ocupada en sus quehaceres, que en el taller, en lugar de fabricar tanques, están reparando automóviles! ¡Gloria a Ti, Señor, que no hay heridos, ni hospitales de campaña, ni tanques en la calle, sino autos, y la gente corre a sus trabajos!’”.
Si traes así el buen pensamiento, luego vendrá la bendición. El pobre entendió que todo está en cómo uno afronta las situaciones, y se marchó tranquilo. Poco a poco, logró enfrentar su problema con buenos pensamientos, dejó las pastillas y volvió a dormir sin dificultad. ¿Ves cómo con un buen pensamiento todo se acomoda?
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cu durere și dragoste pentru omul contemporan, I, Editura Evanghelismos, București, 2012, p. 192-194)