No amemos a nadie más que a Dios
Una vez que empezamos a amar la criatura más que a su propio Creador, nos hacemos adversarios de Dios y nos alejamos de Él, ya que estamos adorando la obra y no a Dios.
No tenemos permiso para amar a nadie y a ninguna criatura en esta vida más que a Dios.
Ni a nuestro padre, ni a nuestra madre, ni al dinero, ni a nuestro ganado, ni a las aves, ni a nuestros bienes, ni a la riqueza, ni a nuestra heredad, ni al honor. No debemos amar nada en mayor medida de lo que amamos a Dios, si queremos ser discípulos de Cristo.
Una vez que empezamos a amar la criatura más que a su propio Creador, nos hacemos adversarios de Dios y nos alejamos de Él, ya que estamos adorando la obra y no a Dios.
(Traducido de: Arhimandrit Cleopa Ilie, Îndrumări duhovniceşti pentru vremelnicie şi veşnicie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2004, p. 122)