No dejemos de honrar a la Madre del Señor
¡Mantengamos estas palabras en nuestra mente! Al trabajar, acordémonos de la Madre del Señor.
Quien blasfema contra la Madre del Señor no es un hombre bueno. ¿Y quién podría atreverse a ofender a la Madre del Señor? Al Señor le disgusta más que alguien la ofenda ella, que cuando lo ofenden a Él Mismo. Esto nos hace ver cuánto la quiere. Mientras caminaba con la cruz a cuestas, Su Santísima Madre no dejaba de llorar, viendo cómo llevaban a su Hijo para darle muerte. Tal es el amor de una madre… Por su parte, las demás mujeres solo la veían y susurraban entre sí. ¡Y claro que Él se acuerda del dolor de Su Madre! Por eso, siempre la atiende, siempre la escucha. Si oramos a ella y la exaltamos, ella nos encomienda ante su Hijo, porque su Hijo la escucha todo el tiempo. Así pues, veneremos a la Madre del Señor: “¡Regocíjate, oh llena de Gracia, María, el Señor está contigo! ¡Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, porque tú engendraste al Salvador de nuestras almas!”.
¡Mantengamos estas palabras en nuestra mente! Al trabajar, acordémonos de la Madre del Señor. Porque sabemos que, al morir, ella se muestra ante el alma del hombre y le ayuda, recordando las veces en que este la llamó en sus oraciones. Ella es el gran auxilio de los cristianos. Además, es importante repetir en nuestra mente, y también al trabajar, las palabras: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!”. Y Dios nos ayudará en todo momento, perdonando nuestras faltas.
(Traducido de: Ierodiaconul Savatie Baștovoi, Parintele Selafiil – Dragostea care niciodată nu cade, Editura Marineasa, Timișoara, p. 82)