¡No dejes de orar, por más que sientas que no puedes hacerlo!
Debes saber que es algo que proviene del maligno, y que se trata de una tentación muy antigua.
Si, al orar, sientes que viene a ti un sentimiento de pereza o molicie, debes saber que es algo que proviene del maligno, y que se trata de una tentación muy antigua. Arrepiéntete y pídele al Señor que perdone tu debilidad.
Una vez más: si tu mente se disipa y no sabes qué más decir en tu oración, no renuncies a seguir orando. No satisfagas el capricho del demonio. Tú sigue orando, como dice el Paterikon: “aunque no entiendas lo que estás diciendo, el demonio sí lo entiende y teme”. Y recuerda que sin esfuerzo y sacrificio la oración no es posible.
(Traducido de: Jean-Claude Larchet, Ține candela inimii aprinsă. Învățătura părintelui Serghie, Ed. Sophia, București, 2007, p. 112)