No hay nada más poderoso que la voluntad del hombre
Fácilmente podríamos confundirnos y creer que el ángel es demonio y que el demonio es ángel, que el santo es pecador y que el pecador, santo. Con mucha más razón, entonces, podemos confundirnos cuando corresponde juzgarnos a nosotros mismos, porque nos juzgamos de acuerdo a nuestro corazón, a nuestra voluntad.
La virtud apenas puede diferenciarse de la maldad. ¡Están una junto a otra, como hermanas! ¡Lo mismo pasa con los ángeles y los demonios! Son espíritus y fácilmente podríamos confundirnos, creyendo que el ángel es demonio y que el demonio es ángel, que el santo es pecador y que el pecador, santo. Con mucha más razón, entonces, podemos confundirnos cuando corresponde juzgarnos a nosotros mismos, porque nos juzgamos de acuerdo a nuestro corazón, a nuestra voluntad. Si quiero demostrar que lo que hago es correcto, lo hago utilizando mil argumentos. No hay nada más poderoso que la voluntad del hombre.
Por eso no es posible que nuestra vigilia, y sobre todo, nuestra oración, sean desconocidas para nuestro padre espiritual. Es mejor no hacer nada, a que él no sepa lo que hacemos. No es posible correr hacia él, salir a su encuentro, y que luego deba averiguar qué hemos hecho hoy. Debe existir un diálogo pleno, estar alma junto a alma y clamar con nuestra oración, si la hay. Si no existe oración, nos veremos el uno al otro, pero se cumplirá el refrán: “Miénteme para que te mienta, para que el tiempo pase”. Pasarán los años, envejeceremos y esperaremos que Dios talvez nos salve. Le preguntaremos a nuestro padre espiriritual: “Padre, ¿será que me voy a salvar?”. Y él nos responderá: “Sí, hijo, te salvarás”. Porque si nos dice: “No te salvarás”, podriamos abandonarlo todo.
(Traducido de: Arhimandrit Emilianos Simonopetritul, Cuvânt despre ascultare și priveghere, Editura Sfântul Nectarie, pp. 97-98)