Palabras de espiritualidad

No juzgues a nadie por su aspecto

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

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No infieras, por el aspecto de alguien, si se trata de una persona orgullosa o humilde.

El orgullo es la característica inequívoca del hombre vacío, del esclavo de las pasiones; es la marca del alma a la que Cristo no puede acercarse.

No juzgues a nadie por su aspecto; no infieras, por su apariencia, si se trata de una persona orgullosa o humilde. No te dejes llevar por el aspecto, sino que “por sus frutos los conocerán” (Juan 7, 24; Mateo 7, 16). El Señor nos ordenó reconocer a los demás por sus obras, por sus actos, por las consecuencias de sus actos.

“Conozco tu orgullo y tu mal corazón” (I Samuel 17, 28), le decía David a su semejante, mientras que Dios decía sobre David: “Encontré a David mi servidor, y lo ungí con óleo santo ” (Salmo 88, 20). “Pues la mirada de Dios no es la del hombre; el hombre mira las apariencias, pero Dios mira el corazón” (I Samuel 16, 7).

A menudo, los ciegos jueces consideran humilde al que es falso y al que con bajeza busca ser agradable a los otros, sin saber que se trata sólo de uno que vive en las profundidades de la vanagloria. Y, al contrario, a estos ignorantes jueces les parece orgulloso el que no busca los elogios y recompensas terrenales y por eso no se arrastra frente a los demás, sin saber que éste es siervo verdadero de Dios. Éste siente en verdad la gloria de Dios, que se revela sólo a los humildes. Éste ha sentido el hedor de la gloria humana y ha alejado de ella no sólo sus ojos, sino también el aroma de su alma.

(Traducido de: Cum să biruim mândria, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2010, p. 132)

 

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