Palabras de espiritualidad

No juzgues y no serás juzgado

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

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Entonces, el anciano dijo: “¡La paz sea contigo, hijo! ¡Es verdad que sin esfuerzo has alcanzado la salvación!”.

Cerca de un anciano asceta vivía un monje que era un poco ocioso. Cuando a este último le llegó el momento de morir, vinieron a acompañarle otros hermanos de los alrededores. Viendo el anciano que el moribundo partía de este mundo lleno de serenidad y con alegría, quiso aleccionar un poco a los demás monjes presentes. Así, le preguntó al que yacía: “Hermano, todos sabemos que no te gustaba esforzarte mucho... ¿cómo es que partes tan jubiloso?”.

Y el monje le respondió: “Es cierto lo que Usted dice, padre. Sin embargo, créame que desde que me hice monje, no recuerdo haber juzgado a nadie, o haber guardado en mi memoria el mal que alguien me hizo... Al contrario, si alguna vez tuve algún problema con alguien, en el mismo instante busqué la forma de reconciliarnos. Por eso, quiero decirle a Dios: ¡Señor, Tú nos ordenaste que no juzgáramos para no ser juzgados también nosotros, y que perdonáramos, para ser perdonados!”.

Entonces, el anciano dijo: “¡La paz sea contigo, hijo! ¡Es verdad que sin esfuerzo has alcanzado la salvación!”.

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