¡No seas ocioso al trabajar tu salvación!
Sé, entonces, perseverante y sagaz; no pierdas el valioso tiempo de tu vida, porque es un don que se te ha concedido para que guíes tu alma y así alcanzar las bondades eternas. No dejes pasar tan siquiera un sólo día en vano, porque no podrás recuperarlo jamás. Si el día se ha ido, es para siempre y no hay manera de hacerlo volver.
Sé siempre perseverante y encendido en el espíritu. Huye de la indiferencia y la frialdad, para que no tengas que oir decir de ti: “Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero porque eres tibio y no frío o caliente, voy a vomitarte de mi boca.” (Apocalipsis 3, 15-16).
Sé, entonces, perseverante y sagaz; no pierdas el valioso tiempo de tu vida, porque es un don que se te ha concedido para que guíes tu alma y así alcanzar las bondades eternas. No dejes pasar tan siquiera un sólo día en vano, porque no podrás recuperarlo jamás. Si el día se ha ido, es para siempre y no hay manera de hacerlo volver. Por eso, no malgastes los días de tu vida, sino trabaja junto al tiempo. Esta vida no te fue dada sin un propósito, sino para que cada día la trabajes, para que practiques las virtudes y, así, evitar hallarte en el vacío.
La vida no es paz, sino guerra, batalla, mercado, escuela, viajar por mar. No existe la paz en medio de la guerra, tranquilidad en los pasillos de una escuela o de un mercado, quietud en un viaje en barco. ¿Quién, viajando en barco, está libre de temor y de tristeza? ¿Quién no siente miedo, estando en el fragor de una batalla? ¿Quién puede encontrar silencio en un mercado o en una escuela? Nadie. Así pues, no holgazanees en el trabajo de Dios, no pierdas el valor; mas bien esfuérzate con tu sudor. Es el momento en que debes segar y negociar; siega y compra, para no hallarte con las manos vacías, ajeno a la gracia de Dios, haciéndote merecedor de condena. El que recibió un talento y no lo perdió, pero tampoco lo multiplicó, escuchó cómo su patrón le decía, “¡Servidor malo y perezoso! Si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he invertido, debías haber colocado mi dinero en el banco. A mi regreso yo lo habría recuperado con los intereses.” (Mateo 25, 26-27)
Pero tú, no sólo no has multiplicado tu talento, sino que debido a tu pereza e indiferencia has perdido todo. ¿Qué explicación esperas dar el día del estremecedor Juicio, cuando serás indagado minuciosamente? ¡Preocúpate, entonces, en tener tu mente siempre despierta!
(Traducido de: Sfântul Dimitrie al Rostovului, Călăuziri către veșnicele locașuri, Editura Sophia, București, 2013, p. 72)