Palabras de espiritualidad

No traiciones ni al ícono que está a tus espaldas ni a la mujer que está frente a ti

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Si sabemos guardar ese orden jerárquico en el amor, no habrá problemas. Una vez no respetamos ese orden, aparecen los conflictos. Si sabemos guardar ese orden jerárquico en el amor, no habrá problemas. Una vez no respetamos ese orden, aparecen los conflictos.

Hace muchos, muchísimos años, una anciana le dijo a un joven teólogo: “Ten cuidado, porque hasta hoy Maria tuvo su mirada puesta todo el tiempo en el ícono de nuestro Señor Jesucristo. Tú, ahora, te has interpuesto entre el ícono del Señor, y ella. No traiciones ni al ícono que está a tus espaldas ni a la mujer que está frente a ti”.

Como sacerdote, esta es la más grande de las responsabilidades. Porque, aunque eres el padre de tus hijos y el de una comunidad entera, sigues siendo el esposo de una sola mujer. Y, necesariamente, el hombre de una sola mujer.

En la vida de familia es bueno ser equilibrados. No crean que una persona puede sustituir a otra. Yo he oído a muchas mujeres decir: “Dejaré a mi esposo. ¡Que vea qué hace con su vida... yo ya tengo al Señor conmigo!”. ¿Pero te ha pedido alguna vez el Señor que lo dejes? ¿Acaso a Él le agradan las dimisiones? O el otro extremo: el esposo es un ebrio consuetudinario y golpea a la mujer frente a sus hijos. Pero ésta dice: “¡Por amor a mis hijos, no renunciaré a él!”. ¡Déjalo, mujer! Precisamente por amor a los niños, ¡cierra la puerta de la casa y huye! Lo que pasa es que raras veces somos capaces de tomar decisiones correctas en el Espíritu de Dios.

Ni Dios puede sustituir a tu marido, ni tu marido puede sustituir a Dios. Ni tu esposa puede sustituir a Dios, ni Dios a tu mujer. Si sabemos guardar ese orden jerárquico en el amor, no habrá problemas. Una vez no respetamos ese orden, aparecen los conflictos.

(Traducido de: Pr. Conf. Dr. Constantin Necula, Iubirea care ne urneşte, ediţia a II-a, Editura Agnos, Sibiu, 2015, p. 27)