Palabras de espiritualidad

Nuestra propia deificación

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

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Cada persona está llamada a prepararse para la vida y la pureza futuras, con su alma y con su cuerpo...

No podemos alcanzar la perfección de una sola vez.

Nuestra salvación y nuestra deificación son un proceso que abarca toda nuestra vida, así como nuestra historia completa. Cada persona está llamada a prepararse para la vida y la pureza futuras, con su alma y con su cuerpo, en un proceso que comprende tres etapas: nacimiento, por medio del Santo Bautizo y la señal del Espíritu Santo con la Crismación, la vida evangélica, en la que el hombre trabaja libremente junto a la gracia recibida en la Iglesia y, al final de este mundo, la resurrección y transfiguración final.

En su existencia evangélica en este mundo, el cristiano es dejado por Dios en un cuerpo mortal y sufriente, pero libre del maligno que dominaba en su corazón antes del Bautizo. Ahora el maligno sólo puede atacarlo desde fuera, sobre todo en forma de pensamientos y, si se lo permite, se hace de un escondite alrededor del corazón.

La lucha del cristiano es un trabajo del bien, desde el amor hacia Dios y al semejante, desde el arrepentimiento por el mal hecho inconscientemente, por olvido o dejadez, y por medio de la paciencia corporal durante las aflicciones propias de esta vida. La presencia y el trabajo del Señor, por medio del Espíritu Santo, en la vida del cristiano, transforma las penas en lugar de encuentro con la misericordia y el amor a la humanidad de Dios, en portal hacia hacia la felicidad que Él nos ofrreció con Su cruz. El sentido de la vida del cristiano es la alegría de ser, con Dios, un dios por medio de la gracia, sin contar cuál sea el precio de esa transformación.

(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Uimiri, rostiri, pecetluiri, Editura Doxologia, p. 75-76)



 

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