Debemos orar para que el Señor nos muestre el camino que debemos seguir. Pidámosle que nos salve y que nos ayude en nuestras aflicciones y necesidades. No tenemos otro auxilio, otra esperanza. Todo lo humano se queda corto, vano, errado.

Cuando debes enfrentar alguna situación difícil, pero sabes que no es por tu propia voluntad, recibes el necesario consuelo espiritual y paz en tu alma. ¡Que se haga la voluntad de Dios! Que Dios no avergüence nuestra fe ni nuestro abandono a Su voluntad. Nuestra única esperanza está en Él. Es el cimiento más sólido. Todo lo demás es vacío. Ni siquiera tenemos cómo saber en dónde se está mejor o peor, qué nos espera. ¡Que se haga la voluntad de Dios! Nuestro deber es conservar la fe y evitar pecar, confiándole todo lo demás a Él.

Debemos confiar en que la Providencia Divina nos cuida y dispone todo para nuestro provecho, aún en situaciones que pudieran parecernos adversas.

(Traducido de: Ne vorbesc Stareții de la Optina, traducere de Cristea Florentina, Editura Egumenița, 2007, pp. 26-27)