Nuestras alas
Todos consideramos nuestras preocupaciones unas cargas difíciles de sobrellevar, pero, entendiendo que el Señor nos las envía para aprender algo de ellas, tenemos que alzarnos a lo alto y aceptarlas sin quejarnos.
Hay una leyenda, llena de poesía, sobre la creación de las aves. Las pequeñas criaturas fueron provistas de un bello plumaje, de una voz maravillosa, capaz de llenar el aire con sus sonidos armoniosos, pero, ¡ay!, no podían alzar el vuelo, porque carecían de alas. Entonces el Señor les hizo unas, diciéndoles: “Os doy esta carga. ¡Tómenla y úsenla!”. Las aves observaron con asombro y miedo esa carga desconocida. Luego, obedientes, la tomaron con el pico, se la pusieron en la espalda e inmediatamente notaron que se trataba de algo en verdad muy pesado. Pero, con el tiempo, se fueron acostumbrando a las alas y, al usarlas, estas se fueron fundiendo con su cuerpo. Así fue como lograron recorrer todo el mundo, volando. La carga que tanto les había asombrado. les dio la posibilidad de volar, volviéndose pronto en una nueva costumbre para ellas.
Esta leyenda tiene dos significados. Todos somos como aves sin alas, en tanto que las pruebas y obligaciones que el Señor nos envía tienen que enseñarnos a alzarnos sobre todo lo que hay en el mundo. Todos consideramos nuestras preocupaciones unas cargas difíciles de sobrellevar, pero, entendiendo que el Señor nos las envía para aprender algo de ellas, tenemos que alzarnos a lo alto y aceptarlas sin quejarnos. Y es que, cuando se convierten en alas, nos pueden elevar hasta los Cielos... Pero, sin ellas, nos quedaríamos en este mundo de oprobio. Alzándonos espiritualmente, esas “alas” se hacen una bendición para nosotros.
Así, carguemos con nuestras pruebas sin quejarnos, esperando en Dios, y sin olvidar que Él quiere que esas cargas se conviertan en nuestras alas.
No olvidemos que en el tiempo de nuestro vuelo por esta vida terrenal, las alas que Dios nos concedió, muchas veces frágiles, necesitan ser protegidas, fortalecidas y purificadas del polvo terrenal que las vuelve más pesadas, Es entonces cuando viene en nuestro auxilio el amor de Dios, extendido cual enormes alas sobre nosotros, pobres viajeros de este mundo. Acudamos una y otra vez a la protección del Altísimo, para que nos fortalezca para nuevos vuelos y, abriendo nuestras alas, no olvidemos que sin la ayuda de Dios no podríamos usarlas.
(Traducido de: Fiecare zi, un dar al lui Dumnezeu: 366 cuvinte de folos pentru toate zilele anului, Editura Sophia, p. 120)