Nuestro ayuno debe ser íntegro
Si para nosotros el ayuno es solamente la abstención de consumir determinados alimentos, una vez terminados esos cuarenta días, termina también nuestro ayuno.
Que no solamente nuestra boca ayune, sino también nuestros ojos, nuestros oídos, nuestras manos y todos los demás miembros de nuestro cuerpo. Que nuestras manos ayunen, manteniéndose limpias de la gula y el comer en exceso. Nuestros ojos, evitando ver con malicia la belleza ajena. El alimento de los ojos es lo que ven. Si lo que vemos es irreverente y contrario a la Ley, nuestro ayuno se resiente y la salvación de nuestra alma se ve en peligro. Al contrario, si lo que vemos no contradice la Ley y no contiene malicia alguna, nuestro ayuno se atavía con nuestra actitud.
Sería absurdo ayunar y, al mismo tiempo, deleitarnos con cosas que no tenemos permitido ver. Ayunar con los oídos significa eerrar nuestros oídos a la envidia y las murmuraciones. Está escrito: “No permitamos que nuestros oídos escuchen cosas vanas”.
Si para nosotros el ayuno es solamente la abstención de consumir determinados alimentos, una vez terminados esos cuarenta días, termina también nuestro ayuno. Pero si también nos abstenemos de pecar, este ayuno nuestro no terminará junto con el otro. Nos será de un permanente provecho, y antes del Reino de los Cielos, nos otorgará aquí, en la tierra, una gran recompensa.
(Traducido de: Sfântul Ioan Gură de Aur, Cuvinte alese, Editura Reîntregirea, Alba Iulia, 2002, p. 60)