Nuestro Dios es el Dios que lava los pies del hombre
Desde el punto de vista espiritual, todos debemos estar listos para lavarnos los pies los unos a los otros, es decir, para purificarnos.
Este pensamiento es uno que te estremece, cuando meditas sobre la forma en que Dios se hizo hombre, no sólo recibiendo la condición humana, sino también descendiendo hasta allí a donde debía descender.
¿Hasta dónde descendió el Hijo de Dios cuando se hizo hombre? Descendió hasta donde se encontraba el hombre. ¿Estaba el hombre en el infierno? El Hijo de Dios bajó al infierno. ¿Era pecador el hombre? El Hijo de Dios se rodeó de pecadores. ¿Estaba el hombre manchado por el pecado? Cristo le ayudó a librarse de esa condición. ¿Necesitaba el hombre de un auxilio, un ejemplo, un modelo? Nuestro Señor se hizo ejemplo, y pudo decir, después de lavarles los pies a sus discípulos: «Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo Soy. Pues si Yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como Yo he hecho con vosotros» (Juan 13, 13-15).
No era necesario que nuestro Señor les lavara los pies a Sus discípulos, sino que ellos mismos debían lavárselos, pero, haciendo esto, Cristo quiso darles un ejemplo, para que también ellos hicieran lo mismo. No se trata necesariamente de lavarle los pies a alguien, porque en esta parte del mundo no existe esa costumbre, pero sí lo era allí y entonces. Por ejemplo, el Santo Apóstol Pablo dice que la viuda debe ser aceptada entre las viudas, solamente si es bien conocida por sus buenas acciones, es decir, por «haber criado correctamente a sus hijos y lavado los pies a los santos» (I Timoteo 5, 10).
Desde el punto de vista espiritual, todos debemos estar listos para lavarnos los pies los unos a los otros, es decir, para purificarnos. Tristemente, todos tenemos una fuerte tendencia a denigrarnos mutuamente, a revelar los defectos, las maldades y las debilidades de los demás, lejos del modelo de San Macario, de quien se dice en el Paterikon que “llegó a ser un dios en este mundo”. ¡Qué expresión tan extraordinaria! ¿Qué pasó con San Macario? ¡Se hizo un dios en este mundo!
(Traducido de: Arhimandrit Teofil Părăian, Din ospăţul credinţei, Editura Mitropoliei Olteniei, pp. 89-90)