Nuestro modelo de servicio y amor al prójimo
¡No seamos indiferentes, porque la indiferencia mata!
Con el ejemplo de toda Su vida terrenal, Cristo nos enseñó qué significa servirle realmente a nuestro semejante: ayudarlo, hacerle el bien por amor y por piedad, sin esperar recibir nada a cambio. Cristo sanó enfermos, resucitó muertos, libró almas de la tiranía de los demonios... y todo esto, huyendo de la gloria del mundo. Conmovido, siempre intervino con simplicidad y naturalidad, sin hacer observaciones, sin pretender dar lecciones. Solamente pronunciaba una pequeña exhortación, un consejo, demostrando que, al sanar las heridas del cuerpo, también quería hacer que la luz entrara en las almas.
Hagamos por nuestros semejantes lo que Dios hizo por nosotros. Seamos receptivos ante el sufrimiento de los demás. Hay algunos que son ajenos a todo lo que les rodea. No ven y no les preocupa sino su propia persona. Esto es una forma de salvajismo. Otros atormentan a quienes les rodean, atormentándose a sí mismos sin darse cuenta.
Nosotros, entonces, no debemos actuar así. Cuando nos enteremos de que alguien está enfermo, o cerca de morir, acudamos a él y ofrezcámosle nuestro consuelo con alguna palabra de aliento y ayudándole con lo que necesite, sin esperar ninguna retribución.
¡No seamos indiferentes, porque la indiferencia mata!
(Traducido de: Lacrimă și har, Editura Bonifaciu, Bacău, 2010, pp. 182-183)