Nuestros pensamientos al orar
Es una realidad que también somos atacados desde dentro por todo lo que hemos ido acumulando en nuestra alma.
¿Cómo es que nuestro corazón llega a petrificarse? Por culpa de nuestra indolencia, porque cuando oramos también permitimos que nuestra mente se distraiga con mil y una cosas. De hecho, es una característica de nuestra mente esa capacidad de concentrarse en varias cosas a la vez; por eso es que, al orar, es posible tener otra clase de pensamientos. Imaginémonos a un automovilista: si se concentrara solamente en repetir “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!” mientras conduce, terminaría sufriendo algún accidente. Ciertamente, es un don de Dios el hecho que la mente pueda abarcar varias cosas a la vez. Sin embargo, mientras más crece espiritualmente el hombre, al menos al orar (no en el auto, o en el mundo), debe simplificar de alguna forma sus fuentes (de pensamientos) internos y externos, porque es una realidad que también somos atacados desde dentro por todo lo que hemos ido acumulando en nuestra alma. Por ejemplo, quienes alguna vez hayan visto una película obscena, seguramente se encontrarán recordando esas imágenes incluso al orar; en vez de pensar en Dios y en la luz del Tabor, su mente viajará a la perversión que ha presenciado delante del televisor.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Cum putem deveni mai buni – Mijloace de îmbunătăţire sufletească, Editura Agaton, pp. 139-140)