¡Nunca maldigan a sus hijos!
Los padres deben estar atentos a la forma en que se dirigen a sus hijos. Deben bendecirlos, no maldecirlos o regañarlos, porque el que bendice, propaga el bien, mientras que todo aquel que maldice, no hace sino esparcir el mal.
El Padre Porfirio decía que los padres deben estar atentos a la forma en que se dirigen a sus hijos. Deben bendecirlos, no maldecirlos o regañarlos, porque el que bendice, propaga el bien, mientras que todo aquel que maldice, no hace sino esparcir el mal. Para esto solía poner, como ejemplo, un caso real que conocía:
En una zona rural, un niño salió al campo a jugar, a pesar de que momentos antes su mamá le había pedido que sacara el asno a pastar. Cuando, horas después, el niño regresó a casa, la mamá, iracunda, lo maldijo de todas las maneras posibles, así como suelen hacerlo los dementes o quienes no tienen ninguna relación con la Iglesia. Asustado, el niño se montó en el animal y partió otra vez al campo. Pero, por la prisa, en un momento dado el pequeño perdió el equilibrio y, cayéndose, murió. Horas después, unos caminantes lo encontraron, yaciendo sobre las piedras de aquel sendero, y lo llevaron en brazos a casa de su madre. Ésta, al verlo, comenzó a gritar y llorar, desesperada, pero ya todo era inútil, porque el mal ya estaba hecho. Por eso, el mismo Evangelio nos enseña a bendecir siempre, porque las bendiciones traen sólo bien, mientras que una maldición atrae el mal, el infortunio, la infelicidad.
(Traducido de: Părintele Porfirie, Antologie de sfaturi şi îndrumări, Editura Bunavestire, Bacău, p.307)