«Oh, Dios nuestro, esperanza de todos los confines de la tierra y de los que se hallan lejos, en el mar; a Ti, Quien desde antes instauraste, por medio de Tu Ley Antigua y Nueva, estos días de ayuno, a los cuales nos has hecho dignos de llegar, te alabamos y te pedimos: fortalécenos con Tu poder, para que podamos dedicarnos a este esfuerzo con perseverancia, para así glorificar Tu santo Nombre y obtener el perdón de nuestros pecados; para disipar nuestras pasiones y vencer el pecado. Para que, siendo crucificados y sepultados contigo, podamos alzarnos de nuestros actos mortales y vivir agradablemente a Ti durante toda nuestra vida. Porque está en Ti apiadarte de nosotros y salvarnos, oh, Cristo Dios, y a Ti te glorificamos, junto con Tu Padre eterno y Tu Santísimo, muy bondadoso y vivificador Espíritu, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén».