Palabras de espiritualidad

Orando con la mente y el cuerpo

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

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Mantengamos humilde nuestra mente, que Dios nos compensará por ello, otorgándonos incontables bondades. Todo esto es bueno, como las postraciones, pero debemos hacerlas con amor, con todo el corazón.

Cuando repetimos la “Oracíón de San Efrén el Sirio” hacemos también algunas postraciones. Por favor, explíquenos la razón de esto y el propósito de las postraciones al pronunciar dicha oración*.

—Puedo responderte de la misma forma en que lo hacen los Padres, porque nosotros, siendo cuerpo y alma, tenemos ese estado espiritual que clama y suplica, aunque también el cuerpo puede orar. Recordemos las palabras del profeta David: “Mi corazón y mi carne se entusiasman en busca del Dios vivo” (Salmos 83, 4). Luego, también el cuerpo se puede gozar del Dios vivo, al igual que el corazón. Las postraciones son un gesto corporal que no está separado de los del alma. Al contrario, los acompaña. Los Padres dicen que, postrándonos hasta el suelo, nos mostramos como lo que somos hoy, criaturas caídas. Cuando nos erguimos, en cambio, somos lo que nos volvemos después de que Cristo nos levanta. Entonces, postrándonos, pensemos que nos hemos caído de la Gracia; levantándonos, recordémonos que Cristo nos alza. Pensemos en ello. Como puedes ver, las postraciones no pueden hacerse sin orar. Repite en tu mente: “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!”, “¡Santísima Madre de Dios, sálvame!”. Todas las postraciones e inclinaciones deben acompañarse de la oración, de lo contrario no son sino simple gimnasia. Desde luego que el ejercicio es beneficioso, pero que tus postraciones no se limiten a ello, sino que también tu mente trabaje cuando las practiques.

Los Padres también las hacían para mitigar el movimiento de la sangre. Muchas veces, cuando comemos mucho, cuando dormimos de más, etc., generamos un exceso de energía. Y esta energía acumulada nos impide orar como es debido. Así, los Padres recomendaban hacer algunas postraciones, hasta que el cuerpo logre entrar en un estado de quietud, cuando la sangre deja de circular con tanta fuerza. Entonces, cuando nos detenemos y nos calentamos un poco, viene la serenidad, los sentidos se apaciguan, el corazón deja de latir con tanta fuerza, y podemos empezar a orar en calma. Son ejercicios exteriores. Pero, atención, que las postraciones per se no nos llevarán a la humildad ni atraerán la Gracia de Dios. Que nadie piense que con sólo practicar las postraciones o el ayuno estará atrayendo la Gracia, aunque se trate de recursos de gran ayuda.

Entonces, mantengamos humilde nuestra mente, que Dios nos compensará por ello, otorgándonos incontables bondades. Todo esto es bueno, como las postraciones, pero debemos hacerlas con amor, con todo el corazón.

* La “Oración de San Efrén el Sirio” es la siguiente: Señor y Soberano de mi vida, no me des el espíritu de la pereza, de la desesperación, de la ambición y de la vana locuacidad. Mas el espíritu de sobriedad, de humildad, de paciencia y de amor, otórgamelo a mí, tu siervo. Así, Señor y Soberano, concédeme ver mis propias faltas y no juzgar a mis hermanos, porque bendito eres, por los siglos de los siglos. Amén.” (N. del T.)

(Traducido de: Ieromonah Savatie Baștovoi, Singuri în fața libertății, Editura Cathisma, București, 2009, pp. 108-110)



 

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