Orando con nuestro ángel guardián…
Nuestro ángel guardián ora con los demás ángeles, porque no rechaza nuestra petición, no responde: “¡No quiero!”.
Nosotros, por medio del Bautismo, hemos recibido unos dones extraordinarios. Tenemos, también, un ángel guardián. ¿Por qué no le damos más importancia a nuestro ángel custodio? Como bien saben, hermanos, está escrito: “Es imposible no morir al ver a un ángel rodeado del esplendor de su luz”. El ángel está con nosotros y nos cuida. Cristo se encarnó y se hizo uno de nosotros —a pesar de nuestra miseria—, pero no para anular la humanidad de Su Ser, sino para transfigurarla. Acordémonos de aquellas palabras del “Canon de oración al Ángel Custodio”: “¡Te pido, oh Santo Ángel, que ores con los demás ángeles por mí, que soy un pecador!”. Y el ángel guardián ora con los demás ángeles, porque no rechaza nuestra petición, no responde: “¡No quiero!”.
Estamos hablando de una inefable unidad. A Dios le agrada que haya oración y los ángeles atienden todas las peticiones que Él les hace. En otro lugar, está escrito: “Si el demonio se hubiera encarnado, con su dedo meñique habría podido volcar el mundo, si hubiera conservado el poder original que tenía”. Pero ya no tiene ningún poder; lo único que hace es mover la punta de la cola. No le queda nada más, porque todo eso lo destruyó Cristo. Pero, eso sí, tiene permitido tentarnos para que podamos ser coronados, para que abramos los ojos, para que veamos quiénes somos en realidad. Indirectamente, el mismo demonio tiene un rol en nuestra salvación.
(Traducido de: Arhimandritul Arsenie Papacioc, Cuvânt despre bucuria duhovnicească, Editura Eikon, Cluj-Napoca, 2003, pp. 199-200)