Orar es amar
Si faltaran esos hombres y mujeres de Dios que oran sin cesar, sin duda vendría el fin del mundo.
El anciano José decía: «Cuando la Gracia actúa en el alma de quien ora, el amor de Dios lo inunda, y no le queda más que resistir lo que está experimentando. Después, ese mismo amor se vuelve hacia el mundo y hacia los demás, a quienes ama tanto, que llega a pedir cargar con todas las desgracias y sufrimientos humanos, con tal de consolar y ayudar a sus semejantes. En general, ese amor se compadece ante las tentaciones y pruebas que enfrentan los otros, incluso las de los seres irracionales, al punto de llorar al pensar que también ellos sufren. Estas son las características del amor que engendra y suscita la oración. Por tal razón, los grandes hombres de oración no cejan en su intercesión por el mundo. Puede que su oración nos parezca extraña y hasta osada, pero esa misma oración es la que hace que aún haya vida en este mundo. Si faltaran esos hombres y mujeres de Dios que oran sin cesar, sin duda vendría el fin del mundo».
(Traducido de: Andrei Andreicuț, Mai putem trăi frumos? Pledoarie pentru o viaţă morală curată, Editura Reîntregirea, Alba Iulia, 2004, p. 39)