“Hija de Babilonia, devastadora (...) ¡Dichoso aquel que agarre a tus hijos y los estrelle contra las rocas!” (Salmos 136: 8-9). Como explican los Santos Padres, los “hijos” aquí son los malos pensamientos y las inclinaciones al pecado. Todos esos pensamientos e inclinaciones deben ser destruidos contra la Piedra justo después de que broten, justo al verlos nacer, en su “infancia”, como podría decirse, sin dejarlos crecer, en tanto sigan siendo pequeños y no maduren. La Piedra es Cristo. Entonces, ¡golpea a esos retoños de Babilonia con el Nombre de Cristo, destrúyelos con la “Oración de Jesús” y con todos los recursos de Su Gracia!

(Traducido de: Sfântul Nicon de la Optina, Filocalia de la Optina, Editura Egumeniţa, Galaţi, 2009, p. 81)