Palabras de provecho, del venerable archimandrita Jorge del Monasterio Cernica
Hijitos, no busquen cambiar el don de la devoción con el gusto por las cosas del mundo, como dice el salmista: “no pongáis vuestro corazón en las riquezas” (Salmos 61, 10).
El stárets les decía a sus discípulos:
—Los hieromonjes no suelen preocuparse por el lugar donde serán enterrados cuando mueran. Especialmente aquellos que ejercen la función de padres espirituales. Ellos piensan solamente en los oficios fúnebres de rigor, que tanto ayudan al alma sufriente. ¡Que estos no le falten a ningín cristiano!
Cuando, aún así, le preguntaron en dónde habría de enterrársele, él respondió:
—En lo que respecta a mi putrefacto cuerpo, no hace falta buscarle nada mejor de lo que merece. Así, les pido que tengan la piedad de sacarlo del monasterio, para que las fieras se lo coman, que en algo será de utilidad para disminur todos los pecados que he cometido. Pero, si no quieren obedecer lo que este miserable les pide, al menos póngalo (mi cuerpo) junto a la puerta del nártex, en donde se bendice el pan por los difuntos, para que, viéndome todos al entrar o salir del templo, se compadezcan de mí, diciendo: “¡Dale a Tu siervo difunto, Señor, el descanso de los justos!”, haciendo hasta los 40 días unas 12 inclinaciones diarias.
Más adelante, agregó estas palabras:
—Hermanos, si alguno de ustedes espera heredar de mi parte algún bien material, le pido que no se ensucie la mente con tales pensamientos, ni se pregunte por qué. Mejor ruborícense ante el incansable guardián que me fortalece para confiarles todo esto con la verdad, escribiendo todo lo que nace de mi corazón.
Decía el stárets Jorge:
—Hijitos, no busquen cambiar el don de la devoción con el gusto por las cosas del mundo, como dice el salmista: “no pongáis vuestro corazón en las riquezas” (Salmos 61, 10).
También insistía:
—Hermanos, en el nombre del Padre he intentado hacerme ejemplo para cada uno de ustedes, con el fruto del amor, amándolos a todos del mismo modo. Me he sometido al Hijo voluntariamente, dejándome pisotear por todos, para poder ganarme sus almas con la paciencia. En el nombre del Espíritu Santo no he dejado de alzarme sobre los límites de nuestro ser, porque he sentido piedad por cada uno, calentándolos con la alegría de mi corazón y corrigiéndolos para que lleguen al puerto de la salvación.
Y después les dijo:
—Les hablo, hijos míos pobres de espíritu, porque también en este mundo necesitarán los tesoros eternos, para que puedan alcanzar, con el precio de estos, las armas que nadie puede vencer, para luchar como buenos soldados contra los espíritus invisibles del infierno, ofreciendo hasta la misma sangre por Cristo Crucificado.
(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie Bălan, Patericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, p. 324)