Palabras de espiritualidad

Palabras para fortalecer nuestra fe en Dios

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Dios nos lleva en brazos. ¿Cuándo? Cuando obedecemos a nuestro Padre. Pero Dios sigue siendo nuestro Padre aun cuando no le obedecemos. Él nunca deja de ser nuestro Padre. El Padre lleva a Su hijo.

(El poeta) Mihai Eminescu tiene una poesía que dice así. “Con el de mañana, te sumas más días, / Con el de ayer, tu vida acortas, / Todo esto lo tienes ante tí, / Para siempre, el día de hoy”.

Así dispuso Dios que fueran las cosas, que lo que vivimos pase y también se quede, que pase y se sume a lo que somos cada uno de nosotros. Se han inscrito en nuestra existencia los años que llevamos vividos. Y ese devenir nos lo preparamos el día de hoy, porque el presente es nuestro tiempo. Y cada día lo vivimos como hoy, porque nuestro tiempo es un tiempo presente. Con el pasado nos presentamos ante el futuro que nos preparamos en el presente. 

Amados fieles, yo no creo que exista una palabra más feliz para un verdadero fiel, que decir que Dios es nuestro Padre. Es una gran cosa saberte protegido por un buen Padre.

Así debe ser Dios para cada uno de nosotros: no sólo cuando tenemos alegrías y éxitos. No solamente cuando nos va bien tenemos un Padre en Dios, sino también cuando nos pone a prueba, y cuando nos envía situaciones de verificación, de examen para nosotros mismos; también cuando logramos algo, Dios es nuestro Padre. Esto es lo que debemos pensar al empezar este nuevo año.

Me acuerdo de algo que escuché de una persona que quería evocarnos el amor paterno de Dios. Un hombre, con su pequeño hijo en brazos, salió al pasillo del vagón de tren en el que viajaba, preparado para descender al llegar a la estación. Cuando, al cabo de unos minutos, el tren se detuvo, el hombre bajó la escalerilla del vagón y llamó a uno de los maleteros que estaban en el lugar. El muchacho tomó las valijas, las ató rápidamente para llevarlas con facilidad y después hizo un gesto como de querer ayudar al hombre a llevar a su hijo en brazos. Inmediatamente y con una sonrisa, el hombre lo detuvo, diciéndole: “¡No! Al niño lo lleva su papá”. Este pequeño relato me gustó mucho.

Lo mismo pasa con nosotros. Dios nos lleva en brazos. ¿Cuándo? Cuando obedecemos a nuestro Padre. Pero Dios sigue siendo nuestro Padre aun cuando no le obedecemos. Él nunca deja de ser nuestro Padre. El Padre lleva a Su hijo. Y si no lo puede llevar en brazos, porque el hijo ya creció y sería difícil, lo toma de la mano, pero no lo abandona, sino que lo ayuda. ¿Cuándo? Cuando el niño quiere vivir sin mancha, cumpliendo con los mandamientos de Dios.

Mantengamos la oración del “Padre nuestro” como una guía para los años que nos queden de vida y también para nuestra eternidad. En este sentido: si le pedimos a Dios que nos libre del maligno, también nosotros nos estaremos cuidando de todo mal, con nuestra mente, nuestras palabras y nuestras acciones, sin muliplicar el mal, sino el bien.

Si le pedimos a Dios que no nos deje caer en tentación, no busquemos nosotros la ocasión para ser tentados, para entrar en confusión, en dudas, en situaciones que podrían llevarnos a pecar. Repitamos constantemente aquellas palabras que nuestro Señor nos enseñó: “Perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”, procurando practicar mucho más el perdón.

Si nuestro Señor Jesucristo nos enseñó a pedir el pan de cada día, esforcémonos en hacer algo para tener ese pan, sea bajo la forma de la Santa Eucaristía, o con la de la palabra de Dios —que también es un alimento para el alma—, o con el pan del que todos nos alimentamos para subsistir.

Nuestro Señor Jesucristo nos enseñó a pedir que se cumpla Su voluntad, aquí, en la tierra, tal como se cumple en el Cielo. En el Cielo todos se someten a Dios. También nosotros, con el corazón puro, debemos cumplir con Sus mandamientos. Debemos buscar que se multiplique el bien en este mundo. Esforcémonos en traer a nuestra conciencia, en primer lugar, el Reino de Dios, para después llevarlo a nuestro alrededor, y así ser verdaderos adoradores de Dios.

Quisiera que guarden estas palabras en el alma y que no las olviden jamás: Dios es en verdad nuestro Padre, y al hijo lo lleva el Padre, no se lo deja a nadie. Mientras tengamos vida, hagamos todo lo que podamos (por cumplir los mandamientos). ¡Que nuestro esmero nos prepare años buenos y felices, un futuro tal como esperamos que sea!

(Traducido de: „Gândiți frumos”, cuvântări la ocazii speciale, arhimandrit Teofil Părăian, Edit. Teognost, Cluj-Napoca, 2006, pp. 199-207)