Palabras para fortalecernos en nuestra lucha espiritual de cada día
Al orar, la mente debe estar completamente callada. Solo entonces es posible la oración. Porque la oración es un diálogo con Dios.
San Juan Crisóstomo:
«Hay tres formas de ganarnos la salvación. La primera consiste en dejar de pecar. La segunda, en demostrar un arrepentimiento sincero. La tercera, si no nos arrepentimos en verdad, consiste en soportar con gratitud las tribulaciones que encontremos en nuestro camino».
Venerable Teodoro de Edesa:
«Dios no quiere que seamos ociosos. Por esta razón, Él jamás lo hace todo. Pero tampoco quiere que seamos orgullosos, y por eso no deja todo en nuestras manos».
Nicolás Berdiáyev:
«Si la preocupación por lo que vamos a comer es, a menudo, un problema material, la preocupación por lo que habrá de comer nuestro semejante es también un problema espiritual».
Stárets Macario:
«Cuando no podamos elevarnos a la cima de las virtudes, lo que tenemos que hacer es —al menos— descender al abismo de la humildad».
Archimandrita Sofronio Sajarov:
«Para vencer cualquier dolor terrenal, tienes que adentrarte voluntariamente en un dolor aún mayor. “Mantén tu mente en el infierno…”. Condénate a ti mismo al infierno, reconociéndote indigno de Dios, pero no desesperes. Este sacrificio te llevará a la victoria sobre el mundo y te alzará al Reino de los Cielos».
Abbá Panos de Lysa:
«Todo depende del amor. El amor engendra la fe, la esperanza y la paciencia. Ahí donde hay amor está Dios».
San Juan Climaco:
«Preséntale al Señor la debilidad de tu ser, reconociéndote pecador, y entonces recibirás el carisma de la templanza, aun sin que lo notes».
San Nectario de Pentápolis:
«Al orar, la mente debe estar completamente callada. Solo entonces es posible la oración. Porque la oración es un diálogo con Dios. Y la oración con lágrimas y en espíritu es el alimento de la mente, del mismo modo en que el pan es el alimento del cuerpo. ¡Dichosa la mente que, al orar, sea capaz de hablar con Dios sin distraerse! Como un águila joven, se elevará a las alturas y, totalmente transfigurada por la transfiguración de Dios, se hará luminosa».
San Serafín de Sarov:
«La Madre de Dios es llamada “herida muy lamentada por los demonios”, porque no es posible que el demonio destruya al hombre, si este invoca el auxilio de la Madre de Dios».
Abbá Germán de Stavrovouni:
«El misterio de la oración es la oración en misterio».
Metropolitano Antonio Bloom:
«Dios mío, Tú que todo lo sabes y Cuyo amor sobrepasa cualquier medida humana, toma mi vida en Tus manos y haz lo que yo tanto quisiera hacer, pero no puedo».
Alexander Schmemann:
«El verdadero vencedor es aquel que mira hacia adelante y no se permite perderse en el pasado».
Padre Pavel Benedict:
«Hacerte niño otra vez, consiste en aprender a decirle “Padre” a Dios. No entrará al Reino de los Cielos, ninguno de los que jamás haya sentido en lo profundo de su ser cómo brota esa voz, “Padre”. ¿Qué podría buscar en el banquete paterno, aquel que no ha escuchado del Espíritu Santo el testimonio de su adopción por el Padre?».
San Nectario de Egina:
«El que quiera orar como es debido, que pida primero obtener las lágrimas de contrición, y así, por medio del llanto, apaciguar lo salvaje del alma y obtener la oración verdadera».