Palabras de espiritualidad

Para alguien que se lamenta de la arrogancia de su amigo, que ha alcanzado una alta posición

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

¡Oh, hombre! ¡Oh, efímero momento y milímetro de espacio! ¿De qué te jactas? En las Sagradas Escrituras está ya dicho sobre tí: El soberbio de corazón es desagradable al Señor. Y, aún más: la soberbia antecede a la perdición. Con tu orgullo has declarado la guerra al Todopoderoso y Eterno. ¡El átomo se rebela en contra de Aquel que es Infinito! ¡El instante se subleva en contra de Aquel que es Inmortal! ¿Es que tu infracción no es suficientemente clara, incluso para las mismas hormigas?

Me cuentas que la Pascua de este año fue muy amarga para tí. ¿Qué pasó? Tu mejor amigo alcanzó un puesto más alto. La noticia te alegró al principio. Pero luego de algunas semanas, tu amigo empezó a alejarse de tí. Dejó de responder a tus cartas, se volvió frío y parco. Te hace esperarlo mucho tiempo cuando quedan en verse, y habla con desprecio de tí, a tus espaldas. No lo reconoces, ¿Qué le pasó a esta persona tan querida? Los árabes te responderían: “¡Se lo tragó el asiento!”

Si lo deseas, puedes leerle lo que voy a escribirte a continuación.

Hubo una vez, en Arabia, dos amigos; cada noche solían conversar largamente al calor de la hoguera, sentados sobre sendos taburetes, de esos que tienen sólo tres patas. Sucedió que uno de ellos llegó a convertirse en jeque. Se mudó, entonces, a un palacio de piedra, en donde le esperaba un elegante trono hecho de nácar. Una mañana vino de visita su viejo amigo, para felicitarlo por el logro obtenido. Sin embargo, el ahora jeque no quiso recibirlo inmediatamente, sino que lo hizo esperar en la puerta durante varios días. Finalmente, dio la orden de hacerlo pasar. Mientras el humilde amigo entraba en la suntuosa estancia, el jeque se sentó, vanidosamente, en su trono de nácar. En ese momento, el amigo cayó en cuenta de lo que pasaba. Entonces, con un gesto de nerviosismo, comenzó a recorrer todo el lugar con la mirada, haciendo como si no veía al jeque. Éste, furioso, le preguntó a gritos qué era lo que buscaba, que no dejaba la vista en un sólo sitio. El amigo respondió: “¡A tí te busco, hombre, a tí! ¿En dónde estás?”. Y agregó, apesadumbrado: “Cuando te sentabas en un taburete, éste era tan pequeño, que apenas se observaba al estar tú en él... ¡ahora eres tú el que no se ve cuando estás en el trono!”

Ciertamente, esto es lo que pasa con tu amigo. ¡El hombre se perdió en la inmensidad del trono! Pero es algo que sucede muy a menudo, tanto así, que tu enojo resulta gracioso. Debes saber que los hombres se sostienen más difícilmente estando arriba, que estando abajo.

¡Oh, hombre! ¡Oh, polvo! ¿De qué te vanaglorias? ¿Por cuál de las dos nimiedades. por la de la vida o por la de la muerte?

Sobre un funcionario griego se cuenta que acostumbraba, cada mañana, hacer dos postraciones hasta el suelo, hacia dos direcciones opuestas. Preguntado sobre la razón de tal hábito, respondió que se postraba ante “los Dioses y ante el pueblo, ya que todo lo que tengo viene sea de los Dioses, sea del pueblo”.

¡Oh, hombre! ¡Oh, efímero momento y milímetro de espacio! ¿De qué te jactas? En las Sagradas Escrituras está ya dicho sobre tí: El soberbio de corazón es desagradable al Señor. Y, aún más: la soberbia antecede a la perdición. Con tu orgullo has declarado la guerra al Todopoderoso y Eterno. ¡El átomo se rebela en contra de Aquel que es Infinito! ¡El instante se subleva en contra de Aquel que es Inmortal! ¿Es que tu infracción no es suficientemente clara, incluso para las mismas hormigas? Sin anunciarlo vendrá sobre tí la perdición y la verguenza. Por eso, vuélvete, arrepiéntete, vuelve en tí, despabílate, humanízate. ¡Sé persona! Esto es mucho más que ser un emperador... ¡Sé persona! Que esto es algo mucho más resplandeciente que todas las coronas y más importante que todos los tronos.

Esta enseñanza es para tu amigo. Y a tí, que Dios te dé mucha salud y paz, y una Pascua con felicidad.

(Traducido de: Episcop Nicolae Velimirovici, Răspunsuri la întrebări ale lumii de astăzi, vol. 1, Editura Sophia, Bucureşti, 2002,  pp. 51-53)

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