Palabras de espiritualidad

Para Dios todo hombre orgulloso es desagradable

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

El que padece de orgullo se vuelve, inevitablemente, soberbio. Se considera mejor que los otros, le parece que todos los demás son malos, que están debajo suyo, que son indignos de él. Se pavonea frente a ellos como si se tratara de seres insignificantes e ignorantes, sin ver que él es quien se encuentra dominado por el pecado mortal de la soberbia, la peor de todas las iniquidades.

El vicio de la vanagloria tiene muchísimas formas.

Y es que todos nos vanagloriamos por algo: unos, por su belleza física; otros, por sus riquezas y elegancia al vestir; otros, por la casa que habitan; algunos otros, debido a su robustez y fuerza física; otros, por su capaccidad intelectual, su vasta educación y sus talentos. El que padece de vanagloria se vuelve, inevitablemente, soberbio. Se considera mejor que los otros, le parece que todos son malos, que están debajo suyo, que son indignos de él. Se pavonea frente a ellos como si se tratara de seres insignificantes e ignorantes, sin ver que él es quien se haya dominado por el pecado mortal de la soberbia, la peor de todas las iniquidades, porque constituye la esencia espiritual del maligno y es desagradable antes los ojos de Dios. El soberbio es, efectivamente, deplorable ante los ojos de Dios. Creo que ya han escuchado las palabras de Santo Apóstol Santiago, “Dios se opone a los orgullosos y a los humildes les da su gracia” (4, 6). El soberbio no podría nunca agradarle a Dios, aún dedicando toda su vida a las privaciones más severas. Tal es la dañina naturaleza de la soberbia.

(Traducido de: Sfântul Luca al Crimeii, La porțile Postului Mare, Editura Biserica Ortodoxă, Bucureşti, 2004, p. 50)

 

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