Para entender mejor la naturaleza de las blasfemias y los insultos
Cuando a algunos individuos con censura débil —lo cual debe ser entendido genéticamente— los perturba una circunstancia cualquiera, el flujo de sangre y hiel hace que la conciencia se les oscurezca y empiecen a soltar improperios.
Eso son los pensamientos blasfemos: simples ráfagas de alquitrán en un rayo de sol.
El acto de amor carnal deja una profunda impresión en todo el “subsuelo” del ser, en ese noventa por ciento del subconsciente. Aquí, el hecho resumido en un símbolo se sedimenta como un conflicto con la conciencia. Es como si censura moral sellara un despósito de dinamita, después de no haber logrado rechazarlo. Y el insulto dirigido a Dios es la explosión de dicho depósito. Esta es la razón por la cual muchos hombres insultan con la palabra —que no vamos a escribir aquí— que se refiere al acto de amor carnal. La parte denigrante y de pecado de esa forma de amor, que sienten en sus cuerpos, les brota del subconsciente y, con ella, emergen con furia la censura moral y el ideal de amor, que es el Dios al que insultan. Un improperio, un insulto surgido en un momento de demonización, un instante de ira o de oscuridad mental, así es como la censura de la conciencia paga el descuido de antes.
En consecuencia, las blasfemias demuestran que el amor entre cuerpos ha quedado aprisionado por una “maldición”, convirtiéndose en algo vergonzoso pero necesario. Bajo el esquema de los símbolos, es algo que desciende a la oscuridad del subconsciente. Así, cuando a algunos individuos con censura débil —lo cual debe ser entendido genéticamente— los perturba una circunstancia cualquiera, el flujo de sangre y hiel hace que la conciencia se les oscurezca y empiecen a soltar improperios.
Algunos insultan a Dios de frente. Otros, cuando oran. Esta situación resulta aterradora para quienes la padecen. Es algo que viene, hsata donde se puede ver, de cargas hereditarias, de hechos consumados, de algo que se escuchó, o del contenido de algún recuerdo consciente o inconsciente, por medio de un mecanismo de sobreposición de imágenes, es decir, sobre las que tienen carácter piadoso, poner otras que son vergonzosas, provocadas por las hormonas, o, finalmente, por medio del mecanismo de contraste.
Es mejor orar por el que blasfema que intentar hacerle alguna observación.
(Traducido de: Părintele Arsenie Boca - Mare îndrumător de suflete din secolul XX, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2002, pp. 107-108)