Para hacernos herederos del Reino
El recuerdo incesante del Creador de todo, de nuestro Buen Dios, que consta en el cumplimiento de Sus salvadores mandamientos, nos hace herederos de la vida eterna y del Reino que no tiene fin.
“Invocaré al Señor con toda mi voz, gritaré al Señor, y Él me escuchará”, dice este justo profeta y rey en los Salmos. En verdad, digna de admiración y de todo elogio es la virtud de este justo y amante de Dios, quien, aunque vivió rodeado de las innumerables bellezas y maravillas de este mundo, nada de eso pudo alegrarlo, de acuerdo a sus propias palabras, sino solamente el recuerdo de Dios.
Y con razón. Porque el recuerdo de las caras bellezas del mundo y el sometimiento del alma a ellas nos priva del gozo de las bondades eternas y nos aleja de ellas. El recuerdo incesante del Creador de todo, de nuestro Buen Dios, que consta en el cumplimiento de Sus salvadores mandamientos, nos hace herederos de la vida eterna y del Reino que no tiene fin.
(Traducido de: Sfântul Maxim Grecul, Viața și cuvinte de folos, Editura Bunavestire, Galați, 2002, p. 76)