Para lamentarnos menos y empezar a orar más
No descuidemos la oración, diciendo cosas como: “¿Es que Dios me escucha?”.
No hace mucho recordaba —lo cual me llenó de mucho valor—, que San Macario oraba por Egipto y todos se beneficiaban de sus plegarias, incluso los herejes. Oraba por todos lo habitantes de Egipto. No descuidemos la oración, diciendo cosas como: “¿Es que Dios me escucha?”.
¡Padres! ¡Hermanos! Si tú, hermano que te crees en la peor de las amarguras, estuvieras solo en el mundo, ¡Cristo igualmente se haría crucificar por ti! ¿Sabías esto? ¡Se hizo crucificar por cada uno de nosotros, y desde entonces ya no somos fáciles de vencer!
Nuestro ángel custodio lucha contra el ángel del mal para ver quién se queda con nosotros. ¿Quién vence? ¡Ese de cuya parte estemos nosotros! ¡Ese es el vencedor! Si te pones de parte del demonio, estarás oponiéndote a esa belleza de ángel que tienes, del cual se dice: “¡Es imposible no morir ante la visión de un ángel en su verdadera luz!”. Y así es como libremente le damos algo muy valioso al maligno: ¡le entregamos nuestro propio ángel!
(Traducido de: Ne vorbește Părintele Arsenie, ed. a 2-a, vol. 2, Editura Mănăstirea Sihăstria, 2010, pp. 128-129)