Para no confundir los medios con el propósito
En algunas condiciones favorables, en el corazón del asceta puede brotar la oración perenne, pero esta no debe ser considerada ya una oración gratífica.
“Es viva la Palabra de Dios y eficaz... y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón” (Hebreos 4, 12).
“No juzguéis nada antes de tiempo hasta que venga el Señor, Quien... pondrá de manifiesto los designios de los corazones” (I Corintios 4, 5).
“Y el Señor... recompensará al hombre según sus actos y los actos de los hombres según sus intenciones” (Sirácides 35, 22).
“El Juicio de Dios no examina los actos, sino la intención con la que fueron realizados” (San Máximo el Confesor).
“Dios examina el corazón del hombre y juzga sus intenciones. Él conoce la debilidad del hombre y le da fuerzas al que es digno de ellas” (San Barsanufio el Grande).
“Dios escruta con mayor atención la inclinación del alma, que los trabajos del cuerpo” (San Simeón el Nuevo Teólogo).
“No sólo la muerte te hace mártir, sino también la inclinación y la intención de tu alma. A menudo, las coronas del martirio se tejen con las buenas intenciones” (San Juan Crisóstomo).
“A Dios no le interesa tanto la cantidad de nuestros esfuerzos. A Él le importa el propósito y la intención con que los realizamos, y en la misma medida nos otorga Su don” (Stárets José el Asceta).
“No importa cuánto ayunes. Lo que importa es la intención con que lo haces y en la cual esperas. A Dios no le interesa qué es lo que hacemos, sino para qué lo hacemos” (San Paisos de Athos).
Sin embargo, el hombre tiende a equivocarse aún cuando tiene buenas intenciones y sigue nobles objetivos. El auto-engaño aparece cuando la buena intención se basa en la confianza en sí mismo y se envenena con la ponzoña del orgullo. Sobre esto queremos hablarle al lector que recién empieza a conocer la obra del anciano Antonio. Se sabe que no siempre el carácter incesante o repetitivo de la “Oración de Jesús” es un indicio de la oración carismática. Es posible que esta ilusión sea específica del período apostático en el que vivimos, cuando incluso el aire que respiramos está infectado por el orgullo y por los gérmenes del más monstruoso egoísmo. Muchos de los ascetas contemporáneos, bajo la influencia del espíritu mentiroso de la vanagloria, confunden los medios con el objetivo en sí, que es la purificación del alma. Algunos de ellos, recién salidos de una atmósfera de vida oculta y pagana, llamando constantemente el Nombre de nuestro Señor Jesucristo, alcanzan, ya desde los inicios de su vida espiritual, la oración que se repite sola. Pero, siendo aún impuros y estando todavía sometidos a muchas pasiones, creen que ya han alcanzado la oración gratífica. En esta situación, el resultado es trágico: algunos abandonan totalmente la oración, otros buscan el auxilio de un psiquiatra, engañados por su “santidad” imaginaria.. En el Cáucaso conocimos ascetas que se ocupaban, desde varios años atrás, con la “Oración de Jesús”. Aquí también hay un hecho banal: uno de ellos, cuando apenas atravesábamos la puerta de su celda, nos anunció que era poseedor de la oración gratífica de Jesús. Desde luego, semejante presentación impidió que conociéramos en aquella persona un poco de humildad y modestia, tan específicas del verdadero poseedor de la oración gratífica. Otro asceta del Cáucaso, que se declaraba poseedor de la oración más activa, llegando a ser padre espiritual en un monasterio ruso, recomendaba a los hermanos principiantes que se ocuparan con la “Oración de Jesús” a partir de la medianoche, demostrando una total carencia de discernimiento, tan necesaria en el trabajo interior.
Nuestras investigaciones nos ofrecen las siguientes conclusiones: en algunas condiciones favorables, en el corazón del asceta puede brotar la oración perenne, pero esta no debe ser considerada ya una oración gratífica. Se trata solamente de una fase de la oración. Y puede ocurrir que el individuo se quede en este estado para toda la vida. Sin embargo, es pernicioso creer que esta es ya la oración gratífica, porque se trata de un engaño que proviene de los demonios y la arrogancia. El final de aquellas personas es realmente digno de compasión. Por esta razón, es importante advertir a los principantes que se cuiden de semejante peligro.
(Traducido de: Vlădica Antonie Mărturisitorul, Calea rugăciunii lăuntrice- manualul isihiei, Editura Egumenita, p.132-134)